viernes, 14 de marzo de 2014

Y de repente…Cai

Es una promesa cumplida. Un viaje anotado largamente en la agenda de vivencias pendientes que siempre llevo conmigo. Que se ha querido materializar en ese momento mágico donde las gentes que pueblan este destino no viven ya en sus casas, sino en sus calles llenas de sones para disfrute de propios y extraños. Los pobladores y visitantes entonces, pasan a convertirse en nómadas sonámbulos conducidos por cantos mágicos que salen de gargantas contaminadas de sentimientos y alcohol. De vida. A modo de canto de féminas marinas, esas ondas acústicas dan sentido a ese ir y venir de una masa ingente tratándose de un  engañoso Éxodo programado. No hay salida. Realmente no se decide donde se va. Vas siendo llamado, e incluso sin querer, tus pasos son dirigidos hacia esas intensas vibraciones armónicas.

Al llegar a Cádiz estos mágicos días te das inmediatamente cuenta que Cádiz no es sólo  esa ciudad del Sur de Europa, de España, de Andalucía, con sus propias coordenadas geográficas. No. Es más que eso.  Cuando paseas por sus calles, eso que sientes pero que no puedes ver y te resulta difícil de explicar. Ese sentir, ese latiguillo que recorre a modo de relámpago tu espina dorsal y pone alerta cada poro de tu piel. Ese ancestral efluvio energético que embriaga tu ser. Eso…es Cai.

Cai es, además, un intangible sueño que habita en el interior de cada ser sensible a sus propias vibraciones que lo hacen ser. Y ése es el sentido máximo de su existencia. Surge a la par desde dentro de tu persona y es por este motivo que cuando se pronuncia casi sale exhalado del alma. Cai no tiene consonantes ni vocales. Suena a dulce pellizco. A libertad.

Atrapado ya, Cai me sorprende a cada paso, en cada esquina, en cada callejón de la ciudad en si. Es un sentir transmitido de generación en generación. Que me sabe a cazón en adobo, tortillita de camarones, puchero y pringá, a levante antiguo que lleva condicionando la vida de estas gentes desde hace miles de años, a sol de playa, a tortilla de papas llena de arena, a cuplés y pasodobles, a murgas y disfraz.

Ahora estoy preparado para sentirlo y dejarme llevar, no me queda más remedio. El tiempo se empieza nublar en una espiral que lo hace dilatarse, casi morir. No hay día, tarde o noche. Queda poco de ti. Todo, todo, queda concentrado en tu placer.

Cai te tiene y no te soltará. Para cuando termine contigo todo te habrá parecido un sueño. El viaje dura una eternidad efímera. Un santiamén infinito.

Volveré…


















Las imágenes y los textos que aparecen en este blog son propiedad de Diego Ramos Lobato, quedando prohibida la reproducción total y parcial sin consentimiento expreso 
del autor del mismo